El Apego Emocional
- Laura Berbis

- 16 sept 2021
- 5 Min. de lectura

El apego es un vínculo afectivo que se establece desde los primeros momentos de vida entre la madre y el recién nacido o la persona encargada de su cuidado. Su función es asegurar el cuidado, el desarrollo psicológico y la formación de la personalidad.
Es el encargado de proporcionar seguridad al niño en situaciones de amenaza. El apego seguro permite al pequeño explorar, conocer el mundo y relacionarse con otros; bajo la tranquilidad de sentir que la persona con quien se ha vinculado va a estar allí para protegerlo. Cuando esto no ocurre, los miedos e inseguridades, influyen en el modo de interpretar el mundo y de relacionarse.
El apego emocional, surge a partir del miedo, de la manipulación y de la inseguridad. Esto nos implica una dependencia en las relaciones, ya sea de pareja, sociales o familiares y muchas veces nos causa trastornos graves, llegando a convertirse en un problema, ya que la “dependencia emocional”, puede llevarnos a anularnos como personas, y el denominador común suele ser que renunciamos a nuestra manera de ser, a nuestras aficiones, a nuestras amistades, etc., para seguir a la otra persona, sin ser conscientes del proceso.
El miedo se puede manifestar de muchas maneras, una de ellas es el temor a perder al otro o a quedarnos solas. No tiene mucho sentido, porque nacemos solos y moriremos solos, además es la única forma de conocerte a ti mismo. Muchas veces tememos perder a la pareja, que nos abandone o nos rechace, y hacemos hasta lo imposible para que esto no suceda, hasta renunciar a nuestra identidad para que esto no ocurra. Esto destruye nuestro amor propio y nuestra autoestima.
Las personas dependientes emocionalmente siguen una especie de patrón que se repite una y otra vez a lo largo de sus relaciones. Como siempre, todo empieza cuando conocemos a alguien y empiezamos a entusiasmarnos, a crear unas expectativas sobre la persona o la relación, construyendo una imagen irreal de la otra persona, pensando que es lo ideal para nosotros, y que no hay nada mejor, lo idealizamos y sólo le vemos virtudes. Con el miedo a perder esa idealización, entramos en una fase de sumisión, para preservar esa relación a toda costa, cuando lo que realmente sucede es que se deteriora la relación y pasas a ser un muñeco en manos de la otra persona, terminando por romperse esa relación. Esto conlleva un período duro emocionalmente, que suele terminar en depresión, si en ese momento no cambiamos las pautas y analizamos la situación, dándonos un tiempo para sanar, terminaremos en una nueva relación, con el mismo patrón.
Las personas “apegadas” tienen una baja autoestima, son inseguras. Su fuente de amor propio es la relación en sí, que ni siquiera es saludable. Además, su autoestima disminuye al ritmo que aumenta su actitud sumisa. Necesitan tanto agradar y satisfacer al otro que al final se sienten incapaces de tomar decisiones, ni siquiera saben lo que les gusta porque hace tiempo que renunciaron a ser ellas mismas.
La teoría del apego de John Bowlby hace referencia a los vínculos afectivos y emocionales que creamos con otras personas. Esto marcará la forma en la que entenderemos las relaciones interpersonales.
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El estilo de apego que hayamos tenido en la infancia, afectará indudablemente a nuestra personalidad en la adolescencia y en la edad adulta. ⠀

Apego seguro:
- Infancia: Padres empáticos, que son sensibles a las necesidades del bebé, saben cubrir sus necesidades, aceptan la individualidad del mismo, comunicándose desde el afecto, hay una buena interacción.
- Adulto: Disfruta de la intimidad de la relación, no vive preocupado porque esta se rompa, sino que la cuida, se siente correspondido, comparte y deja espacio.
Apego evitativo:
- Infancia: padres fríos y distantes, que muestran poca afectividad, por lo que las necesidades del bebé no siempre son cubiertas y hay poca interacción.
- Adulto: Persona distante y fría, que teme al compromiso, y no sabe expresar sus emociones, prioriza su persona lo cual hace que las relaciones sean superficiales.
Apego ansioso:
- Infancia: Padres disponibles intermitentemente, con dificultades para atender las necesidades del bebé y con bajo concepto de sí mismos.
- Adulto: Basan su felicidad en la otra persona, en la relación, no se sienten nunca correspondidos y tienen miedo al abandono.
Apego desorganizado:
- Infancia: Padres impredecibles, incoherentes e irresponsables. Crean relaciones amenazantes y hostiles entre la figura de apego y el bebé.
- Adulto: Relaciones amor/odio, conflictivas, dramáticas e inestables. Temen ser abandonados y a tener intimidad. Sus sentimientos y acciones no van en consonancia.
Por naturaleza todos tenemos la capacidad de generar apegos emocionales, generando vínculos a personas, situaciónes y objetos. El problema llega cuando el nivel de apego es alto y se convierte en una dependencia. En el momento que depemos de algo, dejamos de ser nosotros mismos para convertirnos en ‘esclavos’ del objeto, o persona que desamos.
Los pensamientos en bucle se suceden en la mente de manera descontrolada. No sabemos si conoceremos a alguien, si no contestan a nuestras llamada porque están con otra persona y esos celos o preocupaciones desencadenan actitudes posesivas y agobiantes , la dependencia emocional conduce a relaciones tóxicas que se repiten una y otra vez si no ponemos freno.
A menudo nos cuesta desprendernos de recuerdos, personas o situaciones que significaron mucho para nosotros, que nos hicieron daño o incluso que nos hicieron pasar buenos momentos y ya no están en nuestra vida. Nos aferramos, para no sentir el dolor, el miedo, la tristeza que nos da desprendernos de aquello que ya fue o ya pasó en nuestras vidas.
Para romper con un círculo de apego emocional, lo primero es ser consciente que tenemos un problema, luego buscar las herramientas y la ayuda apropiada para desarrollar un buen amor propio y una fuerte autoestima. Es importante que pasemos tiempo a solas, con el fin de conocernos, descubrirnos y querernos; para adquirir la confianza y seguridad que nos permita entablar una unión que se asiente en los mismos pilares, en la que podamos disfrutar de un amor libre de esas dependencias emocionales.
Liberarnos de los apegos emocionales nos beneficia en varios niveles:
- Físico: La eliminación de las emociones reprimidas es buena para la salud. Se reduce el flujo de energía al sistema nervioso autónomo, por lo que los trastornos físicos y psicosomáticos se atenúan o desaparecen.
- Conductual: Reduce progresivamente la ansiedad y las emociones negativas. Disminuye la necesidad de escapar a través de las drogas, el alcohol, los entretenimientos y el sueño excesivo. Por lo que se incrementa la vitalidad, la energía y el bienestar.
- Relaciones interpersonales: A medida que renunciamos a las emociones negativas, hay un incremento de los sentimientos positivos que lleva a mejorar las relaciones. Aumenta la capacidad de amar. Los conflictos decrecen de forma progresiva, de manera que mejora el rendimiento en el trabajo. Al eliminar los bloqueos se logran más fácilmente las metas vocacionales. Disminuyen poco a poco los comportamientos de auto-sabotaje basados en la culpa, disminuyen poco a poco. Estas emociones negativas son reemplazadas por sentimientos de aceptación y amor hacia los demás.
- Conciencia y espiritualidad: Con la renuncia a las emociones negativas, se experimenta cada vez más felicidad, satisfacción, paz y alegría. Se produce una expansión de la conciencia, una realización gradual y se experimenta el verdadero Ser interior. El progresivo abandono de las limitaciones permite la realización de la verdadera identidad. Dejar ir, soltar, es una de las herramientas más eficaces para alcanzar las metas espirituales
“ El verdadero desapego no es la separación de la vida, sino la absoluta libertad dentro de tu mente para explorar la vida”.
Laura Berbis
Coach@PNL




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