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El Rechazo


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Cuando hablamos del “rechazo”, estamos hablando de despreciar, o no querer a algo o a alguien.


El rechazo que podamos sentir durante nuestra infancia, nos va a acompañar toda la vida, sino somos conscientes y sanamos esa herida.


En nuestra infancia, cuando nos sentimos rechazados, creamos una máscara para protegernos, ya que la tendencia es a desvalorizarnos y a huir, por lo que muchas veces creamos un mundo alterno en nuestra imaginación. Nuestros padres y familia que nos rodea en nuestra infancia, la mayoría de veces no actúan con intención, pero aun así muchas veces en nuestro fuero interno, nos sentimos menospreciados y rechazados. Otras veces la sobreprotección a un hijo, también puede ocasionar rechazo, ya que sentimos que no nos aceptan tal cual somos, que nos somos válidos y que necesitamos protección; por lo que nos infravaloramos, buscamos la perfección y el reconocimiento constantemente.


El miedo al rechazo, es un miedo irracional, que nos conduce a comportamientos, que nos hacen parecer inseguros, ineficaces y agobiados. Sudamos, nos volvemos inquietos, evitamos el contacto visual, y perdemos la capacidad de comunicarnos. A la larga puede derivar en hiperactividad, desobediencia, conductas destructivas, falta de autocontrol y comportamientos violentos.


El vocabulario más utilizado es: nada, inexistente, desaparecer, que confirman la sensación de rechazo, y hace que nos volvamos solitarios, no hablemos y pasemos inadvertidos.


Características:


- La falta de autoconfianza en uno mismo nos hace más propensos a sentir el rechazo.

- Quienes sufren miedo al rechazo están es riesgo constante de ser manipulados, para beneficiar a otra persona.

- Nos buscan ayuda por temor a ser rechazados, y eso les crea frustración, pérdida de identidad, dificultad en tomar decisiones.

- Las conductas de riesgo también se pueden encontrar entre aquellos que sufren rechazo. Algunas personas, con tal de ser aceptadas podrían llevar a cabo algunas conductas que pongan en peligro su integridad física y psicológica.

- La ansiedad, el estrés y la baja autoestima fruto del rechazo, también pueden traer como consecuencia la evitación social.


El no ser aceptado es uno de los mayores daños emocionales que puede sufrir una persona, el cerebro percibe el rechazo de igual forma que el dolor físico, por lo que se puede sentir algunas partes del cuerpo. Sus repercusiones suelen adquirir grandes dimensiones porque las personas somos conscientes que cuando rechazamos algo, es porque es malo, inservible y lo asumimos así, aunque a veces, eso no sea verdad.


Debemos de ser conscientes que quienes han sido rechazados, repetirán el patrón a otras personas allegadas, para infringir el mismo dolor que han sentido a otros.


Si conseguimos mantener un diálogo con esa herida de rechazo, podemos lograr convertirla en algo positivo; nos puede ayudar a lograr darnos un empujón para tomar una decisión, y a aprender de la paciencia y comprensión.


Procesar un rechazo no es fácil, sobre todo para un ego frágil. Es mucho más fácil asumir el rol de víctima y culpar a los demás. La mentalidad victimista se alimenta de patrones de pensamiento y atribuciones excesivas de las causas de los fracasos personales a las acciones de los otros


El rechazo despierta un torbellino de emociones, por lo que no es extraño que en algunos casos se produzca un secuestro emocional en toda regla. Es decir, tu cerebro emocional tomará el mando y te impedirá pensar con claridad.


No permitas que el rechazo te defina, pensando que eres un incompetente o que no vales nada. Sin embargo, dejar que tu valía dependa exclusivamente del rechazo o la aceptación externa es como entregar el control de tu vida y tu bienestar emocional.


La herida del rechazo se sana prestando especial atención a la autoestima, comenzando a valorarnos reconocernos por nosotros mismos sin necesitar la aprobación de los demás.


Un paso fundamental es aceptar la herida como parte de uno mismo para poder liberar todos los sentimientos atrapados. Si negamos la presencia de nuestro sufrimiento no podremos trabajar para sanarlo.


Una vez aceptada, el siguiente paso sería perdonar para liberarnos del pasado, y perdonarnos a nosotros mismos por el trato que nos damos y en segundo lugar a los demás, porque las personas que nos han herido probablemente también padezcan algún profundo dolor o una experiencia hiriente.


Es hora de empezar a cuidarnos con amor y priorizarnos. Prestarnos atención y darnos el amor y el valor que merecemos que es una necesidad emocional imprescindible para seguir creciendo y evolucionar.


Laura Berbis

Coach@PNL



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